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miércoles, 17 de junio de 2015


 سلاطة جزر    ENSALADA DE ZANAHORIA MARROQUÍ


La anécdota de hoy no es para las personas asustadizas, tampoco lo es para los espíritus analíticos y críticos. Esta receta contada es para oírla tal cual, con la mente predispuesta a aceptar lo inaceptable.
He de cambiar el nombre de la protagonista ya que es muy conocida en la ciudad que, a pesar de ser bastante grande, posee mentalidad pequeña.
Yo ya conocía la historia de “Salomé” y, como me hallaba paseando por la Judería con dos amigas, les propuse comer una típica حريرة  “harira” y una سلاطة جزر ensalada de zanahoria en el Riad de Salomé, de paso, ella les podría contar  su extraña vivencia en el hotelito….

Salomé, renombrada concertista de piano, decidió abandonar su país y sus recuerdos.  Con tan solo una maleta emigró a tierras alauíes encargando a una empresa de mudanza que le enviara su precioso instrumento.
Compró la casa en ruinas de un antiguo Visir a sus dos hijas, ya ancianas. Todos los días, las dos viejecitas cruzaban las callejuelas intrincadas de la Medina para visitar a su amiga española.
Salomé había contratado una cuadrilla de artesanos y albañiles para que recuperasen el original ambiente de las Mil y una Noches del Riad. Cierto día de Ramadán, el calor arreciaba y los obreros, aunque acostumbrados al ayuno, penaban quitando escombros; Salomé se apiadó de los hombres y los dejó irse dos horas antes del cañonazo que anunciaba la ruptura del ayuno.
Ella también estaba agotada y eso que su religión le permitía comer y beber a cualquier hora del día. Se refugió en el minúsculo cuartucho de la tercera planta, el único que había sido resguardado de la invasión de basuras y cascotes.
Sea por el calor, por el cansancio o por la tensión de lidiar con la nueva vida que se estaba labrando, sus párpados se cerraron de puro agotamiento.
La voz cascada de un hombre la despertó. Era un viejo árabe, vestido con chilaba gris y tocado con el típico “tarbush rojo”.
-        السلام عليكم ¡al salam alaikum! ¡Bienvenida! Te estábamos esperando.
La mujer no tuvo tiempo de asustarse, de hecho, ¿por qué se iba asustar de un respetable anciano?
Parpadeó, pero ya no estaba él. Se había esfumado como si fuera un fantasma. ¿Lo sería?
Salomé, muy sensata, pensó que había sido un sueño y no le dio más importancia al asunto.
Cuando los albañiles consiguieron vaciar el Riad de todos los escombros, en una de las habitaciones, encontraron una caja llena de papeles.
Había fotos antiguas, escrituras, facturas y un viejo y descolorido pasaporte.
Pero cuál no fue la sorpresa de la española cuando descubrió que la foto del documento era la del anciano que le había dado la bienvenida. También aparecía en varios retratos, rodeado de su esposa y de sus numerosos hijos.

A estas alturas de la historia, mis amigas estaban completamente enganchadas. Necesitamos pedir un segundo té con menta para seguir oyendo el relato. Salomé nos aseguró que incluso después de encontrar las fotos, en ningún momento pensó en fantasmas ni espíritus, no creía en esas cosas.

Por fin el Riad estuvo restaurado y abierto al público. Rápidamente empezó a tener mucho éxito, tanto con los turistas que visitaban la ciudad como los propios habitantes, sobre todo los jóvenes, deseosos de tener un rincón al resguardo de las miradas reprobadoras de los más radicales.
Una noche, tres mujeres estaban cenando en el restaurante del hotelito. Reían sin tapujo, con la intensidad que da el vino. Salomé se acercó para pedirles que fueran un poco más discretas, pues sus huéspedes no podían dormir.
-¡Siéntate!
-Sí, eso, y tómate una copa con nosotras.
El cliente manda… Salomé por cortesía accedió.
Una de las tres mujeres no dejaba de mirar hacia una mesa del comedor.
-¿Sabes que nuestra amiga es una famosa médium y sale en la tele?
Salomé no tenía ni idea, tampoco veía la televisión española desde que se había marchado.
La médium dijo:
-Hay un anciano sentado en la mesa de allí que no deja de decir en árabe y en un correctísimo español: مرحبا بك ¡Bienvenida!
La dueña del hotel, picada por la curiosidad, preguntó cómo era el hombre.
-Lleva una chilaba gris y un sombrero rojo de esos que se veían en las películas antiguas.
-Es un Fez –explicó la dueña del Riad.
Salomé se levantó y fue hacia su despacho. Trajo varias fotografías, del anciano y de otros hombres. Se las enseñó a la médium preguntándole si estaba el hombre de la chilaba entre los retratos.
-¡Es éste!
Sin lugar a dudas señaló al visitante fantasmal de la chilaba gris.
La hotelera no quiso dar más explicaciones a las turistas pero sintió un poco de malestar.
Cuando sus amigas, las antiguas dueñas del Riad vinieron a visitarla, Salomé les enseñó el retrato del anciano.
Las mujeres cogieron la foto y empezaron a besarla.
-Es nuestro padre, el Visir.
Pasaron unos meses y por fin la empresa de mudanza consiguió hacer llegar su preciado piano tras un largo periplo de puerto en puerto alrededor del mundo, perdido de Norte a Sur y de Este a Oeste hasta encontrar su camino.
-¿Señora, dónde lo dejamos? Pesa mucho.
Salomé no lo había decidido aún,  pero bueno…, allí mismo dijo. En un apartado del gran salón comedor.

-  الحمد لله ¡Alhamdullilah! –exclamaron las dos hermanas al ver el instrumento-. En el mismo lugar donde tenía nuestro querido padre el suyo.

La historia sigue con más episodios extraños, pero creo que es mejor dejarla aquí. Ni mis amigas ni yo comentamos nada. Estábamos hechizadas.
Podéis creer lo que acabo de rememorar o podéis pensar que es una patraña. Pero esos son los hechos, tal como nos fueron relatados.

Receta

500 gr de zanahorias peladas y cocidas (mejor al dente que muy hechas)
aceite de oliva
vinagre
2 dientes de ajo
1 c. sopera de comino
1 c. café de pimentón
sal y pimienta
un poco de miga de pan

Cortar las zanahorias cocidas en rodajas. En un mortero mezclar los ingredientes de la vinagreta. Aderezar las zanahoria con la vinagreta y dejar reposar en la nevera al menos una hora para que se impregnen de los sabores.

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