La vida al
igual que los recuerdos va y viene. Esta noche tocaba insomnio. Ordenando los
estantes de mis libros de cocina, encontré el cuaderno donde apuntaba las
recetas que me gustaban mucho cuando era jovencita.
¡¡Parece
increíble que sobreviviéramos sin Internet!!
De golpe retrocedí
casi treinta años en el tiempo, al poco de llegar a España. Mi padre se había
prejubilado de su trabajo en Paris y había decidido abrir una pequeña tienda de
numismática en Málaga. Era un comerciante nato. Cierto día me pidió que le
acompañara a casa de una viuda que necesitaba vender su biblioteca.
Los mil y
picos volúmenes del difunto marido necesitaron varios viajes en coche. Mientras
mi padre se decidía si revender la “morralla” y quedarse con los tomos más
antiguos y valiosos, yo me estaba pletórica. Los libros siempre fueron y serán
mis amigos y empecé a bucear entre los numerosos títulos.
No sé si el
dueño de tantas novelas era español o extranjero pero no faltaban libros en
francés, inglés, incluso en alemán.
Encontré unos
pequeños tesoros: “La véritable Cuisine de Famille, par Tante Marie y Grande et Véritable Cuisinière
Bourgeoise”. No sólo
tenían recetas, sino además, un sinfín de trucos adorables.
Unas notas
manuscritas en los laterales de las páginas llamaron mi atención. Ha pasado mucho tiempo y no recuerdo exactamente lo que estaba escrito, pero sí la
receta del “Gâteau de Saint-Tropez”, que
fue la que recopilé en mi cuadernito.
La
casualidad hizo que descubriera más anotaciones en otros libros. Ésta vez el
asunto se ponía interesante. Dichas observaciones eran como un diario pero sin tantos
detalles, estaban escritas en un estilo telegráfico y bastante enigmático.
Como dicen
los ingleses: Curiosity killed the cat
(la curiosidad mató al gato). A mí no me mató pero me llevó hacia una búsqueda
frenética entre los miles de volúmenes para encontrar más información sobre el
misterioso/a escritor/a. Poco a poco, (en España nos gusta más: la paciencia es la madre de todas las
virtudes) la personalidad del
personaje fue revelándose, ya que en algunas frases, los adjetivos calificativos
personales eran femeninos. Descubrí que le encantaban las historias de Jane
Austen, por lo tanto era una chica romántica. Entre las páginas de Emma supe
que la misteriosa muchacha se llamaba “Adèle”.
Pero había
un problema y era que las notas no tenían fechas, así que era imposible darle
una localización cronológica a la información. Me disgustaba mucho enterarme de
que le habían regalado una bufanda de lana vieja y luego encontrar el libro
dónde explicaba que había visto a su madre esconder un paquetito envuelto en
papel de periódico que, probablemente, sería para su próximo cumpleaños. Adèle
soñaba con unos pares de medias de seda, que escaseaban durante la segunda
guerra mundial. Es como si te cuentan el final de una peli antes de verla o si
lees cómo acaba una novela antes de empezar.
¡AH! ¿Pero
no os he dicho que esta chica vivía en plena ocupación alemana en un lugar del
sur de Francia? ¡Qué cabeza la mía!
Los seis
volúmenes del Conde de Montecristo de Alejandro Dumas, me ayudaron a situarle
en 1944 en la comunidad de Saint-Maxime.
¿Y que
además, estaba enamorada de un hombre alto, rubio con unos preciosos ojos azul
zafiro? ¡Qué despiste!
En la página
nº 407 de “L’Auberge de la Jamaïque de Daphné Du Maurier (sí, la misma
escritora de la famosa novela y magnífica película “Rebeca”), Adèle había
subrayado varios párrafos: Mary se
promenait seule sur la lande. Le vent aigu lui cinglait le visage…. (Mary
paseaba sola entre brezos. El viento punzante le laceraba la cara…).
Adiviné que
le gustaba alguien cuando leí esta frase al pie de página: il a posé ses yeux
sur moi et j’ai cru mourir de plaisir (su mirada permaneció sobre mí y creí
morir de placer).
Pero Adèle
sabía lo que les ocurría a las chicas que simpatizaban con el enemigo, por muy
apuesto que fuera el uniforme ario: las paseaban por las calles, con la cabeza totalmente
rapada, tirándoles piedras y abucheándolas, amén de terminar en una oscura
cárcel.
Mi ingenioso
intelecto se percató (perdonadme esta pequeña muestra de orgullo), de algo más,
y es que Adèle formaba parte de la Resistencia Francesa o Maquis.
En Francia, el maquis también es un terreno
cubierto por la maleza: lavanda, romero,
arbustos espinosos, etc. Todo muy típico de La Provenza. Pues eso, con tantas
anotaciones diciendo: je vais me promener au maquis (voy a pasear por el
maquis) me hizo sospechar (como dicen los franceses: j’avais la puce à l’oreille).
Una
“maquisard” enamorada de un militar alemán, ¡Qué locura!
Por eso, en
vez de desahogarse en un diario, como lo hubiera hecho cualquier jovencita, Adèle, por miedo a ser
descubierta, escribía sus anhelos pasionales en los márgenes de las novelas.
Sin embargo,
la vida siempre está dispuesta a regalarnos muchas sorpresas. Por esa época,
descubrí que mi novio salía con otra,
luego conocí a un chico con el que empecé una historia, un poco por
resentimiento y otro poco por aburrimiento. Fue una relación muy problemática y
traumática. Siete años después encontré al que me salvó la vida,
metafóricamente hablando, y que sigue siendo mi amor.
Me olvidé de
Adèle, aunque lo último que recuerdo haber leído, en Madame Bovary de Gustave
Flaubert, era:
14 août 1944, JE L’AI
FAIT!! (lo he
hecho).
El 15 de
agosto de 1944, las playas del pequeño pueblo costero de Saint-Maxime fue uno
de los lugares escogidos por los “Aliados”
para el desembarco de Provenza.
Hoy, ya es
imposible que pueda seguir la historia de Adèle. Parte de la biblioteca la tiene
mi hermana, otra mi madre y yo también, muchos libros fueron vendidos muy a
nuestro pesar (pero eso, es otra historia).
Necesito
vuestra ayuda para desenmarañar este misterio.
¿Participaría
Adèle como miembro activo del Maquis en algún atentado? O…
¿Ocurrió lo que todos imaginamos con el guapo militar alemán?
He
fotografiado las dos joyitas en las que aún se pueden leer sus palabras. Ahora
me emocionan más que antes.
Receta:
Le gâteau de Saint-Tropez o tarta de Adèle
200gr de almendras molidas
200gr de azúcar
ralladura de limón
75gr de fécula de patata
una pizca de sal
4 huevos y 1 clara
Mezclar juntos todos los ingredientes excepto la clara que se montará a punto de nieve. Añadirla a la preparación con cuidado de que no caiga mucho. Hornear a 150º durante 1 hora.
Que bonita es esta historia, ojalá Adèle acabara encontrando a su apuesto hombre rubio y se fugaran juntos.
ResponderEliminarhuy que historia mas interesante me gustaria poder investigarla
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